Por: César Hildebrando Delgado
Herencia
La
escuela gestionada por particulares aparece en el Perú en la colonia española
desde el siglo XVI. Ha pasado por fases con diversos significados desde
“particular” a “privada”, mostrando intencionalidad estructural a la
desigualdad, actualmente profundizada hasta extremos de discriminación, sobre
todo aquella ligada a formar las nuevas generaciones de las oligarquías
nacionales. El modelo de mercado
ha permitido en este sub sector, a un pequeño número de escuelas privadas, ya
no sean sólo institución sino educación privada y donde la formación integral y
ciudadana se hace desde la clase social a que sirven, parcelando el proceso de
socialización peruana. En el reino del mercado la libertad de enseñanza es la
bandera que utilizan aquellos consumidores de la escuela privada,
diferenciándose aún más de la escuela pública que ha quedado para la población
de “cuellos azules”, en tanto que de la educación privada egresan los
trabajadores de “cuellos blancos”, fermentando tensiones en la identidad y ser
nacional.
El mito de la escuela privada
Entre los actuales mitos educativos que gravitan con
fuerza en el imaginario social del Perú se encuentra la escuela “privada”
opuesta a la “pública”, asumiendo que todas aquellas son eficaces y efectivas
además de eficientes; es uno de los más emblemáticos de la educación nacional.
Desde otro ángulo, es un mito construido inicialmente por las élites
oligárquico-burguesas, el cual terminó echando raíces en las diferenciadas capas
medias urbanas. La oferta de escuelas privadas no por casualidad, dependió
principalmente durante sus primeras fases, de las órdenes religiosas católicas,
que actuaron en consonancia con el cultivo de los valores dominantes, incluidas
su más preciadas marcas de distinción: el cuidado del habla y la escritura, los
modos cortesanos y el respeto a las jerarquías sociales. La indumentaria
escolar, gracias a los uniformes y sus insignias, se acomodó bien en los moldes
de la cultura neo barroca peruana. Por el uniforme se reconocían las jerarquías
de pertenencia, e implícitamente las «pagas» accesibles o inalcanzables de ese
servicio.
El moderno sentido de “privada” no es el mismo de
“particular”, “no estatal”, “educación paga” en el desarrollo histórico del país.
La UNESCO en diversos estudios para América latina señala a la escuela privada
como “mejor” que la pública, con excepción de Cuba, apunta también las
deficiencias regionales en matemáticas mayormente están en las escuelas
públicas u oficiales de las economías organizadas alrededor del mercado.
Aquellos términos para indicar a esa escuela aparecen en
el país desde el siglo XVI. En diversos momentos el lenguaje oficial –y el uso
cotidiano en la comunidad- los ha utilizado para referirse a una constelación
de esfuerzos individuales, clericales y/o empresariales, que desde cuatro
siglos después podemos hacer distingos semánticos; ahora es obvio que esas
palabras no refirieron ni refieren lo mismo, en sus especificidades hallaremos
diferencias sustantivas que dan derrotero para su mejor comprensión actual,
dada su alza estadística de matrícula en las últimas décadas, favorecida por su
evolución a los condicionantes del sistema capitalista hegemónico, donde priman
otros principios a su rol inicial de aquel siglo.
Por contraste hay que marcar el criterio previo al actual
deudor de la economía neoclásica de costo/beneficio. Al presente, con la
hegemonía del mercado como asignador de valor y la mercantilización de la
acción educativa, lo “privado” ha adquirido rasgos de ídolo sobre el cual gira
todo el sector educación, determinado por una economía educativa de
costo-beneficio. Salvo algunas notas que le son propias, consecuencia de origen
y desarrollo histórico, la escuela privada con recursos materiales acoge a las
clases privilegiadas en sus establecimientos en otro tipo de educación; no así
las escuelas privadas para sectores sociales medios y aquellos otros de
estratos menores, tiene diferencias sustantivas de calidad incluso si se le
“compara” con la escuela oficial de su entorno. En ambos espacios, su función
inicial de colaboración y ajuste a la educación nacional en el sistema
educativo -entendidos como esenciales funciones del Estado a través de sus
escuelas- se ha autonomizado, atiende a la demanda pretendiendo los mejores
retornos de inversión de los padres de familia, hecho que ha generado una mayor
profundización de su carácter desigualatorio y discriminante que desde sus
primeros momentos fue la idea base de estos establecimientos.
La escuela privada existe en esa condición como paralela a
la escuela pública con ventaja, dado que en la forma por su condición de
“escuela” es merecedora de garantías y derechos –también exoneraciones
tributarias-, por lo que paulatinamente va dejando su rol colaborador y complementario
para entrar en terrenos de identidad y sub sistemas absolutistas, práctica de
la libertad de enseñanza en la mirada del modelo de mercado -mejor situada en
este esquema, la escuela subvencionada por el Estado que la privada pura-. En
esta auto marginación -las más publicitadas escuelas privadas en opinión de los
expertos educacionistas orgánicos del capital-, sólo quedan en rol formal de
colaboración a la educación nacional, y de sus ventajas en innovaciones,
orientaciones pedagógicas, aplicación de modelos educativos diferenciados, que
por su propia naturaleza de escuela privada se permiten experimentar y que
enriquecerían el sistema educativo nacional, vuelven a un autarquismo a favor
de los grupos dominantes de la sociedad, en un proceso de desnacionalización en
un mundo del conocimiento del presente siglo, con fuerte repercusiones para la
vida nacional.
¿Educación privada o escuela privada?
Una primera situación a despejar es referida a la
“educación privada” y la “educación pública”, diferenciándola de las
instituciones educativas privadas y públicas u oficiales. Debemos precisar los
términos, de modo que no caer en confusión; ésta deviene del hecho que la
educación nacional no es puesta en el marco donde adquiere sentido integrador,
como un componente importante –el más importante- de los procesos de
socialización del país. Reflexionar una “educación privada” y una “educación
pública” desde la atalaya de la socialización sin comprender realmente sus
implicancias es abrir puerta a distorsiones que se verán concretadas en la
institución educativa, formación social que define una filosofía, procesos
pedagógicos y de gestión pero siempre en el marco de la socialización para el
caso peruana. Concretamente, en la relación docente – estudiante en espacios
educativos sistematizados del centro o programa educativo institucionalizado,
pero que transciende la entidad educativa en el propio seno de la comunidad en
tipos de educación no formal e informal, no normalizados, mayormente.
Sin embargo, debemos hacer una primera distinción, entre
“escuela pública” y “escuela estatal” –ambas oficiales-, la primera con mayor
presencia de organizaciones sociales en sus órganos internos, en tanto la
segunda, en los designios del Estado o gobierno y de participación formal de
agentes y actores educativos. Ambas asumiendo un rol igualador de
oportunidades, una direccionada, la otra más aperturista siempre en el plano de
la herencia social cultural de identidad y pertenencia del ethos nacional. Ese
rol igualador es el que la escuela privada progresivamente ha ido
desprendiéndose, acelerado en el enfoque de mercado actual, posponiendo su rol
histórico de colaboración y con las especificidades que le da su libre régimen
de gestión.
En aquella confusión epistemológica, el establecimiento
educativo que se arroga ofrecer “educación privada”, daría pie a pensar una
“socialización privada” –y la escuela oficial “socialización pública”-, lo cual
es un contrasentido cultural, al margen de distorsionar su rol colaborador,
universalizador, descentralizador; en el caso del privado, formaría
generaciones desprendidas de la nacionalidad y muchas de sus manifestaciones
extracurriculares carecerían de sentido histórico en la jornada escolar. En un
mundo del conocimiento y con rasgos multiculturales por impacto de la
revolución de la comunicación, aun es más urgente que la escuela como
institución tenga claro su rol socializador para la personalidad del peruano
del siglo XXI, y no formar consumidores que tomen distancia de la herencia
nacional, así como de las necesidades de participación a favor del bien común
en este país, y no en abstracto, de los sectores burgueses y pequeños burgueses
con mejores condiciones materiales para este fin.
El desarrollo de rasgos identitarios de acuerdo a pautas
socio-psicológicas consensuadas de la herencia cultural reflejan los patrones
de ciudadanía de todos los nacionales y donde la institución educativa
contribuye al proceso de socialización en esa dirección precisa y no otra. Su
deformación haría que la escuela no inscrita en la socialización nacional
estructure la personalidad del educando en otros patrones culturales e incluso
en lógicas diferentes y contrapuestas, progresando dos probabilidades: o
identificación con el ethos nacional o rechazo al mismo, que se puede expresar
por ejemplo “…eso sólo sucede en el Perú…”, exclusivamente puede pasar aquí
dado que cobijamos todos los atrasos y por mi formación básica –es decir
socialización privada- me auto margino de los Otros; no es la ciudadanía del
nosotros y destino común, sino del voto cada cinco años la única igualdad
circunspecta con los otros, como un artículo más de consumo.
La socialización es producto
histórico
En la escena nacional, los esfuerzos socializadores son
permanentes a lo largo de toda la vida, unitarios y datan por lo menos de
cuatro milenios, al igual que la educación funcional que le da soporte, no así
la educación formal, institucionalizada.
Una reflexión desde un ciclo de larga duración se vuelve
oportuna y necesaria. En la civilización incaica, el proceso de socialización
fue dicotómico, con una educación espontánea –diríamos hoy no formal e
informal- como formación funcional, natural, global; y otra, institucionalizada
del Yachayhuasi y Acllahuasi[3] con actores educativos, currículo,
organización, tecnología, sistemática, componente racionalizador y diferenciada
por grupo social, estudiada entre otros autores por José Portugal Catacora.[4]
Ante del XVI no existieron escuelas “particulares”, la educación de los nobles
fue estatal al servicio de los intereses de la panaka e instrumentada desde la
divinización del Inca; el Estado incaico no extendía certificación por estos
estudios institucionalizados; su eficacia y pertinencia eran observadas en la
práctica, en el desempeño de la función encomendada. La creación y ejercicio de
esas escuelas respondían a las necesidades políticas del Imperio.
La socialización del estado colonial español fue resultado
de la desarticulación de la estructura incaica, destruyó la formación institucionalizada
reemplazándola por la visión europea tricotómica de educación elemental,
intermedia y superior –enfoque prevaleciente hasta hoy en primaria, secundaria
de educación básica regular y la Universidad-, reglamentada en la óptica del
invasor que venía a América a enriquecerse, apoyada en establecimientos
administrados por el clero católico de labor similar en España; los
colonialistas unieron la Iglesia con el Estado por lo que resulta lógico que
las diócesis y las congregaciones religiosas cumplieran una función pública,
pero de forma “particular”; inicialmente tampoco extendieron certificados, su
creación y funcionamiento era por decisión de la autoridad.
Así aparecieron escuelas “particulares” en parroquias
–nivel organizacional de ejecución de la Iglesia católica- dirigidas a los
indígenas, dado que el conquistador con la autorización otorgaba a la
congregación bienes en explotación para sostener esas escuelas, en contexto
fáctico de dos repúblicas, de indios y de españoles, como parte del movimiento
mundial de adoctrinamiento o evangelización católica, “…los sacerdotes que
acompañan a los conquistadores realizan desde el comienzo su labor de
adoctrinamiento religioso y de enseñanza de las primeras letras…” (Braham,
1971:19), fue una educación particular de origen religioso cuya estructura de
financiamiento se ha prolongado por 500 años, pero conforme fue evolucionando
en los cuatro siglos concentró sus actividades sobre alumnos pertenecientes a
las clases altas de la sociedad colonial, peninsulares y criollos ricos,
compartiendo con profesores laicos, en minoría, las necesidades de estos
estratos sociales desde una oferta educativa diferenciada, desigual, que aún
persiste.
Para los runas en el imperio colonial español la educación
funcional siguió al interior del proceso de socialización anterior -todavía
subsiste entre los actuales campesinos, que dejaron de ser nominados
“indígenas” en 1969-; para los orejones organizaron Colegios de Curacas,
principalmente después del sacrificio de Túpac Amaru II; en el imperio colonial
español la educación tuvo el objetivo de contribuir al dominio colonial en dos
planos, uno religioso de conversión, pastoral, “cristofórico”, el otro a la
práctica económica-política colonial de alimentar con mano de obra a obrajes y
minas, inicialmente como una propuesta pedagógica para adultos aplicable en
simultáneo a niños por frailes y clérigos de dos congregaciones católicas
principales: dominicos y jesuitas, con ventaja comparativa de éstos, dado que
los discípulos de Loyola manejaban gran parte del saber científico, tecnológico
y cultural de la época. La socialización colonial con la herramienta de esta
educación institucionalizada fue sumamente exitosa tanto por la concentración
del poder colonial en el país, como los mecanismos colaterales a la escuela en
reducciones y misiones.
Desde el siglo XVI aparecieron los “ayos” –preceptores en
el Perú- educando en casas particulares, previo contrato con tiempo y pago
acordado mucho más alto que en las escuelas que fueron llamadas también
“privadas”[5] para hijos y/o pupilos de peninsulares. También hubo ayos para
grupos de indígenas y niños mestizos adheridos al esquema de dominación. No
toda la actividad educativa estuvo limitada a la escuela institucionalizada, la
“instrucción portátil de los ayos” era más intensa y efectiva por la
personalización pedagógica y desde estos momentos adquirió entre los estratos
sociales privilegiados de la República de los Españoles prestigio, dado que se
apoyó en una axiología cristofórica, en ella se educaban las futuras
autoridades civiles y militares coloniales. Esta formación no llevaba a
certificación, su eficiencia era la práctica del egresado en cada república.
Al inicio del Imperio colonial, ayos para las primeras
letras, luego expandiéndose a nuestra equivalente primaria y en pocos casos a
secundaria, que conjuntamente con las escuelas de misiones y parroquiales
completaban la educación particular institucionalizada de esa época en el país,
dentro del proceso de socialización colonialista, con huellas que hasta hoy se
pueden observar en el imaginario nacional, y que son reforzadas en la tradición
educativa de muchos establecimientos educativos.
Con la independencia política los usos y costumbres
coloniales educativas se prolongaron hasta el gobierno del mariscal Ramón
Castilla quien aprobó la primeras normas republicanas para orientar el sistema
educativo nacional[6] iniciando la certificación de estudios escolares y
regulando la autorización para creación y funcionamiento de instituciones educativas;
sin embargo los procesos de socialización de las dos repúblicas coloniales
siguieron subsistiendo, desarrollando valores, actitudes y concepciones
diferenciadas, los cuales se fueron integrando como resultado del desarrollo
urbano, progreso de las fuerzas productivas, modernización de las relaciones
sociales, amalgamando diferenciaciones culturales mestizas.
También, advertimos un movimiento desde el Estado para
amenguar la hegemonía clerical católica a través de la normativa que fue
creciendo hasta su momento estelar a mitad del siglo XX con la reforma
educativa del Gral. Manuel Odría que fortaleció la escuela estatal tímidamente
laica, pero en el mediano plazo nuevamente retornó al rol aparentemente
permanente heredado de la colonia española, frailuna y soldadesca. Incluyó
nuevos elementos de control social: el uniforme caqui con galones, cristina y
la carnetización obligatoria con fotografía desde la primaria con sello
oficial, cursos de religión con “retiros espirituales” y pre militar con “desfiles
y escoltas” en toda la educación básica.
El enfoque católico tradicionalista y decimonónico se vio
rivalizado por la función de las escuelas protestantes con valores
anglosajones, de raíz norteamericana y europea, fueron un viento fresco en la
abigarrada atmósfera apostólica con el énfasis en formalidad del estudio,
desarrollo evolutivo intelectual, idea de superioridad del hombre bien educado,
la utilidad de la educación en el progreso social, la escuela como preparación
esencial para la vida adulta, dentro de un enfoque individualista de la
interpretación de la Biblia, para lo cual el poblador necesitaba saber leer y
razonar, que implica su alfabetización “…el protestantismo ha dado impulso a
campañas de alfabetización en todo el mundo, y las metodologías de la
alfabetización desde sus comienzos hasta el método psicosocial de Paulo Freiré,
tienen una base fundamental en el método original de Frank Laubach, un
misionero protestante en el África…” (Braham, 1997:256).
Las escuelas religiosas de siempre privilegiaron una
cultura cristiana como único medio de sobrevivencia moral y como único medio de
normar las relaciones en la familia; fue y es la variable independiente de su
prestigio y donde fundan su oferta educativa en intentos de correlacionarse con
la socialización peruana; cosechas presentes del largo periodo colonial y la
corta república, ligadas al poder temporal en el sistema educativo y con
instituciones correlacionadas tanto en la educación básica como superior, así
como, fuerte presencia en los organismos del sector educación.
En las tres últimas décadas la creación de instituciones
privadas ha tenido los mayores picos de crecimiento en la educación superior y
de aquí se ha ido moviendo hacia la secundaria y primaria de la básica regular,
que en el momento actual han empezado a formar redes nacionales de escuelas
privadas.
Hoy el proceso de socialización peruana define un tipo de
personalidad sea apoyado en la educación sistemática o no, escolarizada o no,
formal o no, desarrolla procesos de síntesis cultural de todos sus componentes
étnicos, sea a través de instituciones educativas o por los aparatos de
reproducción, uno de cuyos ejes centrales son los medios de comunicación. Hace
casi doscientos años la educación realizada en escuelas al margen del aparato
estatal fue conocida también como “particular” –por oposición a la “universal”-
dada por preceptores con programas unipersonales como también a grupos,
forjándose las primeras escuelas privadas… Muy después aparece la escuela
estatal que se asume “nacional” normada en el formal enfoque liberal del Estado
laico para lo cual adoptó la “libertad de enseñanza”, que con el correr del
tiempo y al amparo del modelo económico de mercado, es mejor denominarla
“privada”, porque se sostiene por pagos de los clientes La situación de la
escuela particular hizo que educadores como José A Encinas (“promotor” de
escuela privada) cuestionara los procedimientos para el otorgamiento de
certificados de estudios de primaria o secundaria por parte de estas escuelas de
modo de oficializar los estudios escolares realizados en ellas, dado que el
requisito de oficialización lo tenía sólo la escuela pública.
Luego, por “escuela pública” nos referirnos al derecho
cristalizado en una “institución” la educación de todos los individuos, en
diversas modalidades y formas del sistema nacional por parte de sectores o
niveles de gobierno, cubierto sus gastos con el Erario nacional, de todos
los recursos materiales y no materiales para el proceso de
enseñanza-aprendizaje, como componente clave de la socialización y con
creciente presencia de la sociedad civil peruana. Así tenemos las escuelas
administradas directamente por Ministerios, siendo el principal Educación, pero
también Interior, Defensa, Justicia; así como escuelas públicas administradas
por Gobiernos Regionales y Municipales;[7] como también subvencionadas total o
parcialmente en “parroquiales”.
En cambio la “escuela privada” es administrada
directamente por su propietario o promotor, sea cualquier su forma asociativa
anónima o no, abierta o no, tiene fin de lucro, por diversas formas de pago de
los clientes cubre sus necesidades materiales, no materiales y ganancia para su
funcionamiento -dentro del diseño curricular nacional de educación básica-, en
el marco de la socialización peruana. En el desarrollo histórico nacional ha
devenido desde el carácter de particular –cuando no pasaba del 5% de la
matricula nacional y estaba bajo el control de la Escuela oficial, hasta
representar casi el 30% actual, igual al promedio histórico latinoamericano,
teniendo como regulador al mercado y no siendo su preocupación central la
universalización de la educación de la población peruana, en su descartado rol
de colaboradora de la educación nacional, como tampoco descentralizadora, dado
que es fundamentalmente urbana.
Conceptualizando la escuela privada
Un basamento ideológico de la escuela privada es la
“libertad de enseñanza” animada en el siglo XIX por la educación laica en un
contexto de aplastante influencia de la clerecía en la educación y como resabio
del pasado colonial; en los inicios de la República fue eficaz para legalizar
la educación nacional, pero que ha sido aprovechado en el modelo de mercado
imperante por los grupos más conservadores de la iglesia católica así como por
el capital financiero para captar a los estratos sociales privilegiados de la
sociedad ligados al bloque en el poder y dirigir la educación de sus hijos,
imponiendo de este modo la racionalización en el destino y uso de los recursos
de cada una de esas escuelas, a través de modelos educativos, más que
pedagógicos. Al haber sido incorporada la libertad de enseñanza en la
Constitución política se transformó en principio y tapadera para el
mercantilismo tanto económico como ideológico que la escuela privada pura
fomenta.
Dado que esa base ideológica funciona en el mercado de las
instituciones educativas privadas y subvencionadas no así en la escuela
pública, cuyo modelo educativo está prescrito en la normativa y el modelo
pedagógico subyacente de cada escuela oficial a que pudieran acceder vía su
proyecto curricular es mayormente inalcanzable por la baja autoestima
profesional del docente público. De ahí la finalidad de la formación integral y
no unifuncional de la escuela pública como la competencia –lucha- o la
Universidad como metas de la trayectoria escolar, que son rasgos de la escuela
privada.
En ese contexto es explicable en el modelo económico de
mercado imperante, la “selección” de escuela para la educación de los hijos o
pupilos por la clientela potencial, sólo exista oferta diferenciada en la
tipología de las escuelas privadas y sus modelos educativos, para quienes huyen
de la escuela pública, debilitada y unilateral, las clases medias y altas.
Mentalizándolas en esa unifuncionalidad de la competitividad del mercado y la
disminuyendo el protagonismo de la escuela pública con su crítica de falta de
equidad y eficiencia en los usos de los fondos estatales. Luego, una fortaleza
de la escuela privada es la gran diversidad de escuelas que componen su
universo. Aquí nos acercamos a la escuela con fines de lucro (no así las subvencionadas
que en las formas sostienen no tener fines de lucro) a las que denominadores
escuelas privadas netas o puras. Pero también la enorme variedad de situaciones
concretas de actividades en las áreas urbanas, pequeñas escuelas privadas con
pocos recursos materiales y profesionales, que además generan contradicciones
en el ahora sub sector de instituciones privadas, dado su nulo acceso a
exoneraciones que los grandes colegios privados si obtienen para equipamiento e
infraestructura
De aquello deducimos el pensamiento educativo de mercado
desde el gobierno del fujimorato empezó a ampliar garantías para elaborar
planes pedagógicos utilizando el formato de proyectos educativos
institucionales en el marco de diseños curriculares nacionales establecidos para
cada una de las modalidades de la educación básica, libertades aprovechadas por
la escuela privada según el modelo que la misión principal de la educación es
la transmisión de datos e información en pro de la ganancia, esto abrió a
entender la educación como una industria y no un derecho, una mercancía que
necesita de un marco, sólo de un marco, para ajustarse a los fines financieros
requeridos.
De ese modo, en el afán de “vender” una mercancía
atractiva para el mercado, el mandato legal de ajustarse a los diseños
curriculares nacionales, para el caso de aquellos centros educativos privados
más competitivos, ha sido desechado en la mayoría de casos no sólo las
metodologías sugeridas sino las propias competencias escolares mínimas
consensuadas políticamente en la Ley General de Educación. Con lo cual la
escuela privada de élite no garantiza al educando recibir los conocimientos
básicos de la cultura, ética y conocimiento nacional, y más bien saberes
instrumentales para el desempeño que el modelo de mercado privilegia, el resto
de ciencias humanas y sociales tendrán sentido alrededor de ese eje central de
la formación para la competencia futura, en un mundo de lucha permanente.
Plano diferenciador de la escuela
privada y pública
Lo anterior nos conduce a descubrir diferencias entre lo
público y lo privado, dado el conjunto de iniciativas diferenciadas de la
escuela privada, a pesar de la dificultad de una tipología detallada que
responda a distintas necesidades e intereses, cada una con características
específicas. Por esta variación tipológica que presenta desde sus primeros
momentos históricos utilizaron varias palabras, entre ellas “particular”, dado
que no puede conceptualizarse como un sector de política social, labor que
sigue quedando en la escuela oficial, en especial la formación de grupos y
estratos medios de la sociedad, la que habiendo perdido influencia, la
generación de nuevas políticas sociales y educativas se ha visto truncada por
el dominio de la escuela privada, idea válida para los dos grandes grupos de
escuelas con fines o no de lucro.
Observamos con claridad, que si bien entre la escuela
pública y privada poseen una misma conceptualización de “escuela” que define el
proceso de enseñanza aprendizaje como un conjunto de acción con sentido, existe
diferencias en las finalidades de estas acciones, dado que en tanto la escuela
pública siempre alude al desarrollo del país, las escuelas privadas apuntan a
un desarrollo individual de acuerdo a las exigencias del modelo de mercado y su
desarrollo institucional es para afianzarse y consolidarse en ese mercado
educativo.
En ese plano de retornos individuales y no nacionales los
diversos economistas que han calculado las preferencias por un régimen u otro,
concluyen que los padres de familia prefieren la escuela privada, hecho
explicable por la óptica económica personal, además, resaltado como válido por
los organismos multilaterales que precisamente alientan esa manera de ver las
cosas en la educación nacional; asimismo los resultados exitosos de estos estudiantes
no sorprende si consideramos que la escuela privada tienen mejores variables
extra educativas de sus alumnos como mejor nutrición, no trabajan, hogares con
padres mejor educados, acceso a materiales educativos y tecnológicos,
asistencia continua, mejor equipamiento. Donde el valor no está en axiologías
nacionales sino desde la mirada individual, siendo el de mayor diferenciación
el nivel secundario de la Básica Regular, no así en las modalidades laborales,
pero a su vez en relación directa a la dispersión tipológica de las escuelas
privadas.
Ese proceso diferenciador tiene efectos sociales, en la
visión de los “modernos economistas” metidos en la política educativa, su
racionalidad lleva a que la escuela pública sirva sólo a los pobres, dejando
que el resto de individuos asista a los establecimientos privados; para lo cual
el enfoque de mercado obtiene libertades no sólo de organización y curriculares
a su conveniencia, sino que como ha sucedido con las escuelas privadas
católicas, también escuelas biculturales en las propias lenguas de los padres
de los estudiantes. Todo ello enmascara el histórico rechazo de los ricos sean
urbanos o rurales por la escuela oficial, alentando desde el comienzo las
escuelas del clero, o biculturales, dado que siempre anhelan desigualarse del
resto de la población nacional, la formación de sus hijos en un buen campo de
diferenciación.
Precisamente por ese afán concretado de acuerdo a los
diversos momentos nacionales, siempre la escuela privada ha sido
porcentualmente minoritaria, pero ha ejercido y ejerce influencia en la
formación de sectores sociales excluyentes; particularmente la escuela privada
clerical de modo de mantener una visión de la cultura, tradición y los valores
que asume son los permanentes de la nacionalidad. Y el tema de fondo es la
unidad nacional, tal reclamada y deseada, pero que con la presencia de ese tipo
de escuela privada hace que pierda sentido, vistiéndola de modernidad y nuevos
modelos educativos.
Las investigaciones sobre retornos de la educación
informan que los egresados de las escuelas privadas son más propensos a
convertirse en ejecutivos y gerentes que aquellos provenientes de la escuela
oficial, que mayormente los hallamos trabajando en el sector estatal. Mientras
los de cuello blanco son formados en un sistema de valores y creencias de la
escuela privada, la escuela pública tiene egresados propensos a ser cuellos
azules, anulando de plano incentivos colaterales y presentando de este modo un
determinismo sobre las políticas de reclutamiento de los empresarios dueños del
capital.
Aquello no se queda en la escuela privada neta sino que
también se desplaza a la escuela privada subvencionada en la forma de
“parroquial” (la forma más antigua de servicio educativo público),
administradas como privadas pero con financiamiento total o parcial público,
que algunos expertos orgánicos del capital, siempre ponen como ejemplo de
eficiencia y eficacia de la escuela oficial. Significa esta idea que la escuela
pública funciona más eficientemente para los estratos más bajos de la población
pero no en el plano de los funcionarios del Estado ni de los staff de las
empresas transnacionales.
Con ello, las políticas educativas nacionales de
universalización y gratuidad de la enseñanza como derecho ciudadano y constitucional
se ven afectadas; siendo más afines a la escuela privada las del mercado, con
calificación del estudiante para la competencia tanto en el país como a escala
internacional y que indirectamente implica alentar la descentralización y
propuestas de cofinanciamiento de los centros educativos, sean en los
históricos subvencionados como en los propios públicos, cuya expresión más
clara es el sistema de cupones o vouchers de Milton Friedman.
Tensiones de la escuela privada y la
escuela pública
Con las limitaciones de las tipologías, en general, ambos
ejemplos de instituciones educativas han mantenido un conflicto entre dos polos
extremos, estatal y privado, evidenciado por las diversas nominaciones que como
hemos visto responden a causales de la relación que tuvieron respecto a la
educación nacional dentro del proceso de socialización.
La variación del conflicto ha pasado también por la
competencia entre las instituciones educativas por el acceso a los recursos
públicos y donde aparece el sub sector de escuelas subvencionadas. Una enorme
fortaleza de la escuela privada es su metodología más eficiente para
administrar recursos materiales, basada en la lógica del mercado en el enfoque
de costo beneficio, posesionándose en la modernidad respecto a la escuela pública.
Otra fuente de conflicto es el cumplimiento de la normativa vigente del Estado
con serias deficiencias en herramientas de gestión como supervisión, monitoreo,
control, investigación y evaluación de la escuela privada con herramientas
sistemáticas, permanentes y personal capacitado para estos procesos.
La relación pública-privada en las instituciones escolares
con la adopción del modelo de mercado en la economía nacional, desde hace 20
años, por la escuela privada –incluso la subvencionada- ha ido adquiriendo
libertades dado que no existe en la administración de la educación ni la
voluntad ni las habilidades institucionales para aplicar las herramientas de
gestión aludidas.
Los nichos de mercado que atienden las escuelas privadas
se han visto ampliados en la coyuntura mundial del gran ciclo que demanda
productos primarios a la economía nacional en distintos estratos sociales, sin
embargo esta expansión tiene límites sino surgen otras fuentes de
financiamiento –aquí se inserta la campaña de los sectores conservadores de la
oligarquía nacional para acceder a la escuela pública ampliando aquella
subvención en la figura de cupones-, principalmente para alumnos y familias de
estratos más bajos de renta monetaria.
Todos esos entornos de conflicto no han sido óbice para
que la escuela privada para estratos altos en solitario presente ventajas
respecto a la escuela oficial, horarios discontinuos, paleta de servicios
diversificados, mecanismos paralelos de recuperación, educación continua,
individualización educativa, asunción de funciones familiares, confianza en la
educación que brinda.
La desconfianza de los sectores de mayor ingreso de la
sociedad por la escuela pública ha desatado una mayor demanda; incluso en
sectores medios emergentes existe un mercado que es trabajado por la escuela
privada; pero no siempre con libertades curriculares, diversificación de
productos y servicios por lo que el reconocimiento de la comunidad es frágil y
donde el lucro además es acompañado de mayores deficiencias que la escuela pública
por la escasez de recursos, precariedad de infraestructura, equipamiento, son
las escuelas donde no existen desaprobados.
Todo ello ha llevado a que la escuela privada de estratos
A, B ofrezca una oferta heterogénea de modelos educativos aunada a su
indiscutible desmarcación de la escuela pública, y a la creencia que una
inversión temprana en la formación de los hijos o pupilos reditúa mejores
retornos en la trayectoria vital del egresado, que hace las diferencias que no
pueden ser subsanadas en la educación superior, como es el caso de los
egresados de la escuela pública actual. Hecho que no siempre es así.
De otro lado, la escuela privada presenta también
desventajas. Así como tiene en la formación de sus estudiantes para la
competencia, lucha por la vida, formándolos básicamente como consumidores y no
ciudadanos, la escuela privada enfrenta una fuerte competencia de las otras
escuelas para ganar porciones mayores del mercado educativo urbano de aquellos
estratos sociales, pero a su vez con establecimientos privados menores; la
respuesta a esto es la formación de redes de escuelas y la presencia cada vez
mayor del capital financiero a nivel nacional. La burbuja educativa de la
actual escuela privada para estratos pequeño burgueses se asienta en el poder
adquisitivo de estos estratos sociales atados al funcionamiento de la economía
de mercado internacional por los altos precios de los productos tradicionales
del país, estos hace que en el actual momento solo las escuelas privadas más
fuertes tengan el futuro asegurado. El ciclo de los buenos precios para los
productos primarios de exportación ha llegado a su fin en el 2012, sólo lo
sostiene el crecimiento de la China.
La historia de medio siglo de las escuelas del país
muestra que entre la escuela oficial y la privada existe una relación inversa,
a la crisis de la escuela pública florece la privada. El aumento de calidad de
la escuela pública es una desventaja para la escuela privada como lo recuerda
el periodo de las Grandes Unidades Escolares del gobierno de Manuel Odria.
Igualmente, la escuela privada en su competencia en el mercado usa una
herramienta diferenciadora, la paleta de servicios diversificados en formación
continua pero la formación inicial de los docentes para educación básica es
genérica y no especializada presentándole de este modo otro eje crítico a esta
actividad diferenciadora. De otro lado, las modernas técnicas de gestión de
escuelas no han superado el tema de la sucesión en las direcciones en estas
escuelas cuando son negocios familiares -a excepción de las administradas por
congregaciones religiosas-, sobre todo las escuelas privadas laicas orientadas
hacia el estrato C, donde muchas veces los hijos de los profesores fundadores
no desean seguir con el negocio.
Pero el gran problema de la escuela privada es la enorme
brecha entre lo que escribe como meta alcanzar en términos de democratización,
vinculación con la comunidad local y lo que efectivamente logra en cada año
escolar. La ideología del mercado para algunas y religiosa para otras, las
aprisionan para que los valores democráticos no sean presentes en el ejercicio
diario del establecimiento escolar, sea por las vacilaciones para incorporarse
al proceso social, inclaridad de objetivos estratégicos, intereses particulares
o de grupo no conciliables con el bien común, por la composición de su
financiamiento o la relación con la administración educativa del Estado dado
que finalmente saben que tienen una libertad condicionada, dado que en la forma
el Estado se reserva el derecho de supervisarlas. El sentido de clase social a
que pertenece finalmente pesa más a las cuestiones ideológicas sea para padres
agnósticos con hijos en escuelas privadas religiosas; la vocación clasista se
traduce en mantener a los alumnos deprivados de fortuna a distancia, de manera
que todos sean peruanos pero diferentes, desiguales (“juntos pero no
revueltos”, en el lenguaje de los diarios de la derecha peruana).
Sintetizando lo afirmado, el accionar de la escuela
privada en su conjunto no coadyuva a la educación entendida como subsector de
la política social del Estado, esto es, como apoyo, insumo y consecuencia del
modelo de desarrollo del país, antes bien, ahonda las diferencias entre la
población con sus finalidades de competencia, desigualdad, marginación, negando
en la práctica del aula la función histórica de toda escuela, igualatoria de
oportunidades de las nuevas generaciones.
Si bien en las formas y con propósitos de justificación se
cuida mucho la escuela privada de incorporar a su corpus lingüístico ideas de
discriminación positiva y descentralización pues podría deslizarse hacia
connotaciones y discurso de participación social de la sociedad civil no
mercantil. Dado que la naturaleza de esta escuela es urbana, casi el 100% de la
oferta de su servicio es para las ciudades, donde existe más probabilidades de
desarrollar excedentes y rentas. En la dictadura del fujimorato se encontró con
economistas ministros que habían acumulado inicialmente negocios en las
escuelas privadas, por lo que el Estado les facilito la provisión de servicios
educativos en todo el sistema educativo nacional. Y lo que han desarrollado
desde esos momentos son actividades que racionalizan el modelo de mercado con
pruebas estandarizadas, de modo de cerrar el círculo de su hegemonía
Notas:
[1] Capítulo 1, de “La Escuela Privada en el Perú”
[2] Antropólogo peruano especializado en Educación por la
Universidad Pedagógica Inca Garcilaso de la Vega y en Antropología Social por
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Pontificia Universidad
Católica del Perú. Desde la educación, ha investigado temáticas relacionadas a
la educación de jóvenes y adultos, gestión e investigación educativas; en
antropología sus investigaciones se han orientado a la formación del
campesinado, educación de presos, método cultural de alfabetización y,
actualmente, la escuela privada en el Perú. Ha ejercido labor docente en las
anteriores Universidades y el Ministerio de Educación del Perú. Entre sus
publicaciones destaca: Investigación Educativa; El Proyecto Educativo
Institucional; Educación formal e informal en El Sexto de José María Arguedas;
Ideas educativas en los periódicos anarquistas 1904-1930. Contacto:
cdelgado411122@gmail.com.
[3] Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales
(1609) “…Dize que fue el primero (Inca Roca) que puso escuelas en la real
ciudad del Cozco…” De igual manera Antonio Vásquez de Espinoza (1628) en
Compendio y Descripción de las Indias Occidentales,“…varrio de Huacapunca, o
puerta del santuario, que estaba al norte de la plaza principal de la ciudad,
al cual se seguía al sur el varrio de las escuelas que fundó el Rey Inga Roca
que se llama YachaHuaci, que era la uniuersidad…”, en: La Educación Incaica,
Daniel Valcárcel
[4] Portugal Catacora, José, La educación de Manco Capac y
Mama Ocllo y la educación indígena, EN: La Pacarina del Sur, N° 9
[5] Alonso Gonzales recibió 50,000 maravedies el 10 de
marzo de 1536 como congrua “…entre tanto que se ocupare de enseñar y adoctrinar
a los indios niños hijos de los naturales…” EN: Historia de la educación
colonial, Daniel Valcárcel, Pág. 23
[6] La primera Ley General de Educación, Ley del
Profesorado como carrera pública y Reglamento General de Instrucción Pública
fueron promulgados entre 1850 y 1855 por Ramón Castilla, la responsabilidad de
la conducción educacional se concentró en el Gobierno Central, apoyado por
diversas pedagogos extranjeros, especialmente franceses, belgas y alemanes,
luego norteamericanos y más adelante los consultores de los organismos de
cooperación técnica y financiera internacional. Ver José A Encinas, La Escuela
Nueva en el Perú.
[7] La gobiernos regionales desde inicios del siglo XXI
administran centros y programas dentro de lineamientos nacionales definidos por
el Ministerio de Educación, abriendo una nueva nomenclatura “Escuela regional”,
aunada a la tradicional “Escuela municipal”
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Consultado el Lunes, 21 de Abril de
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Disponible en Internet:
www.pacarinadelsur.com/editorial/47-dossiers/dossier-11/928-acercamiento-a-la-escuela-privada-en-el-peru
Fuente: Pacarina del Sur –
http://www.pacarinadelsur.com/editorial/47-dossiers/dossier-11/928-acercamiento-a-la-escuela-privada-en-el-peru#_edn1
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